domingo, 21 de abril de 2013

Comiendo comida procesada


Cuando leo libros, artículos o cualquier web con información sobre dietas de tipo paleo, primal o evolutivas, en todas en un momento u otro se recalca que hay que huir de los alimentos procesados, pero la realidad es que es más difícil decirlo que hacerlo.


Las principales dificultades que yo he encontrado para evitarlos son:

- Los productos frescos se conservan menos días y hay que ir a comprar muy a menudo.

- No siempre tengo tiempo para cocinar alimentos partiendo de cero, sobre todo por las mañanas.

- Con frecuencia he salir de viaje fuera de mi ciudad y tengo que transportar alimentos que se conserven bien.

Así que no he podido dejar de usarlos. Reconozco que facilitan la vida y no tienen por qué estropear la salud. El secreto está en buscar mucho, leer montones de listados de ingredientes y elegir bien.

He elaborado una lista de los productos procesados que suelo utilizar. En todos los casos son productos etiquetados “sin gluten” así que según la normativa actual con toda seguridad tienen menos de 20ppm de gluten pero además busco que siempre sean productos cuyos ingredientes sean naturalmente sin gluten así que la probabilidad de que su contenido en gluten sea cero es alta.

En algunos de ellos, los que más me ha costado encontrar, he añadido el nombre de la marca que se adapta a mi versión de la dieta paleo. No me guía ningún interés económico ni de ningún otro tipo a la hora de nombrar unas marcas sí y otras no. Mi único filtro es que son las que he logrado encontrar en las tiendas más cercanas a mi casa.

viernes, 5 de abril de 2013

¿Cuánto hace que no tienes hambre?

Una de las sensaciones más fantásticas que me ha proporcionado la paleodieta es sentir hambre y saciarla y no me había dado cuenta hasta esta pasada Semana Santa, cuando dejé de sentirla.

Mi horario de comidas habitual es un desayuno abundante a las 7:30, un pequeño tentempié (unas nueces o un par de filetes de jamón serrano) a las 14:00 y la comida principal a las 16:00. Y paso las siguientes 15 horas y media sin comer nada. Así que cuando me levanto cada día y me siento delante del plato del desayuno disfruto cuando sacio mi hambre real.

En Semana Santa me tocó socializar con la familia y adaptarme a sus horarios además de a mi remolonería propia de las vacaciones. Durante cuatro días desayuné a las 10:00, comí a las 14:30 y cené a las 21:30. Apenas 12 horas de ayuno cada noche. Y, aunque intenté saltarme la dieta lo menos posible, entre una debilidad mía (una solitaria torrija= trigo+leche+azúcar) y las comidas colectivas (garbanzos, judías verdes, arroz) estuve durante los cuatro días con una sensación de saciedad perenne. Además de que volví a sentir unas molestias en el estómago que hacía casi un año que habían desaparecido, justo cuando comencé con la dieta paleo.

Han pasado tres días en los que he seguido la dieta a rajatabla, incluso sin la miseria de azúcar que suelo poner en el té, y aún no recupero mi hambre. Y este fin de semana toca viaje otra vez…

A veces pienso que cómo he tardado tantos años en sentirme así de bien, cómo he podido considerar normal cada uno de esos pequeños síntomas, pesadeces e inconvenientes. Cómo el resto del mundo sigue sintiéndolos y creyendo que no están ahí.

Echo de menos el hambre de cada mañana, la sensación de ligereza cuando me muevo, las digestiones sin sueño, el poder pasar horas sin comer y sin la necesidad de saltar sobre una galleta… Y todo eso sólo después de 4 días.