viernes, 5 de abril de 2013

¿Cuánto hace que no tienes hambre?

Una de las sensaciones más fantásticas que me ha proporcionado la paleodieta es sentir hambre y saciarla y no me había dado cuenta hasta esta pasada Semana Santa, cuando dejé de sentirla.

Mi horario de comidas habitual es un desayuno abundante a las 7:30, un pequeño tentempié (unas nueces o un par de filetes de jamón serrano) a las 14:00 y la comida principal a las 16:00. Y paso las siguientes 15 horas y media sin comer nada. Así que cuando me levanto cada día y me siento delante del plato del desayuno disfruto cuando sacio mi hambre real.

En Semana Santa me tocó socializar con la familia y adaptarme a sus horarios además de a mi remolonería propia de las vacaciones. Durante cuatro días desayuné a las 10:00, comí a las 14:30 y cené a las 21:30. Apenas 12 horas de ayuno cada noche. Y, aunque intenté saltarme la dieta lo menos posible, entre una debilidad mía (una solitaria torrija= trigo+leche+azúcar) y las comidas colectivas (garbanzos, judías verdes, arroz) estuve durante los cuatro días con una sensación de saciedad perenne. Además de que volví a sentir unas molestias en el estómago que hacía casi un año que habían desaparecido, justo cuando comencé con la dieta paleo.

Han pasado tres días en los que he seguido la dieta a rajatabla, incluso sin la miseria de azúcar que suelo poner en el té, y aún no recupero mi hambre. Y este fin de semana toca viaje otra vez…

A veces pienso que cómo he tardado tantos años en sentirme así de bien, cómo he podido considerar normal cada uno de esos pequeños síntomas, pesadeces e inconvenientes. Cómo el resto del mundo sigue sintiéndolos y creyendo que no están ahí.

Echo de menos el hambre de cada mañana, la sensación de ligereza cuando me muevo, las digestiones sin sueño, el poder pasar horas sin comer y sin la necesidad de saltar sobre una galleta… Y todo eso sólo después de 4 días. 

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