lunes, 20 de mayo de 2013

Trigo transgénico sin gluten: No en mi nombre


Mamíferos, orden de los primates, familia hominidae, género homo y especie sapiens. Eso somos. Eso hemos decidido que somos. A los humanos nos gusta hacer esas cosas, clasificar, ordenar y nombrar. Eso dicen, al fin y al cabo, que hizo Dios en ese gran libro de historias llamado Biblia. Dio nombre a las cosas y con ese acto tan simple y complejo a la vez creó el mundo. Los humanos, criaturas muy curiosas y con una gran tendencia a la abstracción, seguimos los pasos del creador.

Como buena homo sapiens me he pasado la vida buscando el porqué de las cosas, leyendo, pensando, escrutando las mentes de las personas que me rodeaban. Algunos de los primeros recuerdos de mi niñez hablan de dolor de tripa y pesadillas. Pronto aprendí el nombre de un buen puñado de medicamentos. Como buena niña aplicada me los sabía todos y me los tomaba cuando tocaba con una sonrisa.

Quizá como reminiscencia de esos primeros años de grave enfermedad en los que nunca me diagnosticaron la celiaquía, cuando muchos años después un médico me dijo que eso es lo que me pasaba, pasé mucho tiempo documentándome. Al principio no fue fácil, los médicos no ayudaban e Internet era todavía una quimera fuera de mi alcance. Sin embargo, la curiosidad mezclada con un enorme deseo de encontrar la salud han permitido que durante este tiempo haya leído y aprendido algo sobre nutrición y en concreto sobre mis grandes enemigos: el trigo y el gluten. Conocer al enemigo puede ser una buena estrategia.

Cuando hace un par de años leí que un grupo de científicos del CSIC y de la Universidad de Oslo habían logrado crear un trigo transgénico (1 y 2) “apto para celíacos”, pensé que probablemente esa noticia no llegaría a convertirse en un proyecto viable y archivé la información en un estante remoto del armario de mi cabeza.